No todo el mundo tiene el valor de entrar en una vieja casa abandonada debido a los peligros desconocidos que allí se esconden.
Pero a una niña llamada Leslie Muir le apasionaba explorar esos lugares y tomarles fotografías.
Hace unos años, decidió entrar en una casa que la había intrigado durante mucho tiempo y al instante se enamoró de ella.
El camino hacia la casa estaba cubierto de maleza, el techo se había derrumbado y parecía que nadie había puesto un pie allí desde hacía mucho tiempo.
Cuando Leslie entró a la casa para tomar fotografías, descubrió que no estaba sola.
Escuchó ruidos y los siguió, lo que la llevó a descubrir a un anciano llamado Lawrence en la sala de estar.
A pesar de su aterradora apariencia, Lawrence resultó ser una persona muy amable y agradable. Se hicieron amigos de inmediato.
Leslie comenzó a visitarlo regularmente, limpiando su casa y cocinando para él. A menudo compartían comidas juntos.
Leslie se enteró de que Lawrence había sido herido por un toro que le aplastó el muslo.
También sufrió un derrame cerebral que lo dejó parcialmente paralizado. Increíblemente, Lawrence tardó cuatro días completos en obtener ayuda médica después del accidente.
Cuando la salud de Lawrence empeoró, Leslie decidió trasladarlo de la casa en ruinas a un asilo de ancianos local.
Ahora es feliz allí, rodeado de otras personas.
Leslie continúa visitando a Lawrence, se lleva a su perro llamado Violet y su madre le prepara regalos.
Ella cree que él sólo necesita un amigo para asegurarse de que está bien.
Leslie espera que la historia de Lawrence inspire a otros a reconectarse con personas con las que han perdido el contacto por diversos motivos.
